martes, 22 de mayo de 2012

2.- La celulosa y el problema de la deforestación

2.- La celulosa y el problema de la deforestación

La celulosa es un polímero formado por moléculas de glucosa, muy abundante en el reino vegetal ya que forma parte de la pared celular de las plantas: está presente en la madera de árboles y arbustos. Aunque sirve de materia prima para productos como el nitrato de celulosa o diversos tipos de sedas artificiales, la industria papelera es con diferencia la principal demandante de celulosa.

La producción de celulosa plantea serios problemas medioambientales. La celulosa empleada en la fabricación de papel de baja calidad proviene de un simple proceso de triturado y cocción, cuyo único inconveniente es el alto consumo energético y la contribución al efecto invernadero. Sin embargo, para muchas aplicaciones del papel se exige una mayor calidad, lo que implica un tratamiento químico. Los métodos utilizados son muy agresivos con el medio ambiente porque consumen una gran cantidad de agua, que se contamina con elevados niveles de sulfuros y compuestos orgánicos clorados. El uso de catalizadores y de nuevas técnicas de refinado han reducido el riesgo de contaminación. Las empresas papeleras son incapaces de garantizar la ausencia total de sustancias tan peligrosas como las dioxinas entre los residuos finales.

Las consecuencias de la explotación forestal son aterradoras: en menos de un siglo la superficie mundial de selva tropical se ha reducido a menos de la mitad. El problema se complica por las necesidades económicas de los países del Tercer Mundo, a los que no se les puede negar determinadas prácticas sin ofrecerles una alternativa viable. Si el ritmo de destrucción de la selva tropical se mantiene, en pocas décadas el cinturón verde ecuatorial que rodea al mundo, habrá desaparecido.

2.1 Plantaciones forestales

La industria de la celulosa es una auténtica devoradora de madera. Algunas multinacionales relacionadas con esta materia prima han sido acusar de diezmar los bosques occidentales y de exportar los problemas medioambientales a los países tercermundistas mediante la instalación de fábricas y la exportación ilegal de madera. Estas empresas se defienden argumentando que han compensado las talas con reforestaciones y el impulso de las plantaciones forestales.

Como alternativa ecológica, las plantaciones forestales son objeto de debate. En primer lugar, no llegan a convertirse en sumideros de dióxido de carbono comparables a los bosques naturales, pues los ejemplares cultivados son talados para su uso industrial. Además, en los países del Tercer Mundo, las plantaciones a menudo desplazan a los habitantes de la región donde se establecen, viéndose estos obligados a talar otras zonas del bosque para practicar agricultura y ganadería de subsistencia. Por otro lado, el impacto medioambiental de las plantaciones es importante, ya que al ser monocultivos reducen la biodiversidad. El protocolo de Kioto incluye algunas cláusulas con el objetivo de regular las plantaciones forestales.

Las empresas productoras de celulosa están abusando de plantaciones de géneros de rápido crecimiento con el eucalipto y el pino. El caso del eucalipto es preocupante: se trata de un árbol originario de Oceanía, ofrece una madera de excelente calidad y en solo tres años puede alcanzar los diez metros de altura. Sin embargo, su introducción en un ecosistema ajeno provoca serias alteraciones: las raíces se propagan con rapidez, arrebatando a las demás especies vegetales toda la humedad que tienen a su alcance y empobreciendo el suelo; además segregan sustancias químicas que inhiben el crecimiento de las demás especies e impiden la germinación de sus semillas.

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